jueves, 27 de mayo de 2010

LA MUJER EN AFGANISTÁN, HOY


Nota de ALB - Entrevista hecha a Mariam Rawi, militante de RAWA.


Os doy las gracias por vuestra presencia hoy y aquí en nombre de la Asociación Revolucionaria de las Mujeres de Afganistán, RAWA. Extiendo nuestra gratitud a las organizadoras de este acto por vuestra solidaridad y simpatía por brindarnos esta ocasión para que compartamos un relato sobre el llanto de Afganistán.

La historia de Afganistán daría para una voluminosa colección de libros, pero hoy sólo voy a centrarme en la vigente situación desastrosa, especialmente de las mujeres.

Estamos en el octavo año de la ocupación de EE. UU. y la OTAN, y en este tiempo tres cosas han quedado sobradamente demostradas para nuestro pueblo: primero, que no quieren deshacerse de los talibanes y otros terroristas como la Alianza del Norte; segundo, que el motivo de su presencia en Afganistán es sólo para satisfacer sus propios intereses políticos, estratégicos, regionales y económicos; y en tercer lugar, que todas las chirriantes consignas de “guerra contra el terror”, “liberación de las mujeres afganas” y “democracia” son sólo charlatanería vacía y falsa.

Actualmente, hasta altos funcionarios de la inteligencia norteamericana reconocen que cerca del setenta por ciento de Afganistán está fuera de control, sobre todo en manos de señores de la guerra locales y talibanes. Por eso está claro que con la presencia de decenas de miles de tropas de cuarenta estados y el despilfarro de miles de millones de euros, la situación ha empeorado, empujando a Afganistán más todavía hacía las garras de grupos terroristas.

La realidad de Afganistán es guerra, llantos e incontables atrocidades, muy al contrario de la dulcificada imagen que los medios occidentales pintan. A lo largo y ancho del país la inseguridad continúa siendo la mayor preocupación del pueblo afgano.

Los ataques suicidas y atentados de los talibanes suelen ocurrir en áreas pobladas y matan a gente inocente y pobre.

EE. UU. y la OTAN, por otro lado, no sólo no eliminan a sus propias creaciones, sean los talibanes o Al-Qaeda, sino que matan con sus malditos ataques aéreos a más civiles inocentes, en su mayoría mujeres, niñas y niños. Aquí también me refiero, por supuesto, a los más de 1.000 soldados españoles que están desplegados en el oeste de Afganistán y que aparentemente están implicados en dudosos programas de reconstrucción, que en realidad forman parte de la misión de la OTAN lo que, directa o indirectamente, implica rendir pleitesía a las estrategias de EE. UU.

El año 2009 ha sido el más letal para los afganos y las afganas. Según los datos recopilados por el catedrático estadounidense Marc Herold, las tropas ocupantes han matado a más de 8.000 civiles en Afganistán. Hace unos pocos días cayeron como mínimo 70 civiles; hablamos sobre todo de mujeres y niñas que fueron asesinadas por la OTAN en las provincias de Uruzgan y Helmand.

Parece que EE. UU. usa Afganistán como laboratorio para probar su nuevo armamento. Para el ejército estadounidense las vidas de la población civil no tiene ningún valor, como mucho dan esporádicas disculpas con la boca pequeña para compensar vidas de inocentes He aquí otra muestra de su hipocresía y falta de honestidad.

Además, el gobierno títere de Karzai, de obediencia estadounidense, lanza contra nuestra gente a su ejército, que está compuesto por señores de la guerra fundamentalistas y narcotraficantes y está entrenado y financiado por los gobiernos occidentales como el español. Con sus pistolas y sus cuchillos, el ejército afgano rapiña, secuestra, viola, asesina y perpetra incontables crímenes a placer, con la calma que ofrece la impunidad.

En la reciente conferencia internacional de Londes sobre Afganistán ha empezado el proceso de reconciliación con los bárbaros talibanes y el terrorista Gulbuddin Hekmatyar, a quien la administración de Obama pretende llevar al corazón del gobierno. Ahora mismo hay negociaciones con los máximos lideres de los talibanes, los cuales poseen un largo currículum de terror, barbarie y crímenes.

Según el diario británico The Guardian los funcionarios del ejército estadounidense en Kabul calculan que como mínimo un diez por ciento de los contratos de logística del Pentágono –centenares de millones de euros- consisten en pagos a insurgentes.


El periodista de investigación Aram Roston relata cómo los contratistas civiles del Pentágono en Afganistán para proteger las rutas de suministros para los estadounidenses acaban financiando a los grupos insurgentes. La mayoría de esos pagos acaba llenando los bolsillos de los líderes talibanes, jefes tribales y señores de la guerra.

Obama llegó a su gobierno enarbolando la bandera del “cambio” y prometiendo una nuea estrategia, pero no tiene nada bueno que ofrecer a nuestro pueblo y no vemos ninguna diferencia entre Obama y Bush, porque ambos siguen con las mismas políticas belicistas. De hecho, contrastando las masacres de civiles en Afganistán, algunas de las más sangrientas perpetradas por los ocupantes durante los últimos doce meses, bajo el mandato de Obama. Por si fura poco la guerra se va extendiendo a las áreas pastones de Pakistán y la inseguridad crece imparable por toda la región.

Tras la tragedia del 11 de septiembre de 2001, los gobiernos de EE. UU. y sus aliados han usado el doloroso lamento de las mujeres afganas como una de las principales excusas para justificar la ocupación de Afganistán. Dicho de manera sencilla: las mujeres afganas hemos sido insultantemente traicionadas por los gobiernos de EE. UU. y sus aliados.

Afganistán está sufriendo una auténtica catástrofe respecto a los derechos de las mujeres. La violencia contra las mujeres alcanza proporciones nunca vistas. La cantidad de violaciones, secuestros y asesinatos se acelera día a día. La violencia doméstica es tan asfixiante que empuja a las mujeres al suicidio para escapar de sus desdichas. Las cifras de suicidios se están disparando en todas las provincias. Tan sólo en la unidad de quemados de un hospital en la ciudad de Herat ha habido 99 casos registrados de suicidios de mujeres en menos de un año.

La organización Human Rights Watch decía a finales de 2009 que “la situación de las mujeres afganas está entre las más vulnerables del mundo, la violencia contra ellas es endémica y el gobierno afgano no las protege ante delitos como la violación o el asesinato”.

No estamos de acuerdo con el gobierno y los medios de comunicación cuando pretenden que la causa principal de los sufrimientos de la mujer está en el ámbito familiar. De hecho son los gobernantes, las autoridades y también la policía quienes están seriamente implicados en todo tipo de delitos contra las mujeres. No esperamos nada diferente del régimen más corrupto y sucio del mundo. El dolor de las mujeres se vuelve crónico cuando el mundo cree que EE. UU. y la OTAN nos han liberado. Muy al contrario, después de ocho años sólo han conseguido fortalecer a los grupos más brutales y misóginos de la Alianza del Norte. Hoy en mi país no hay que ampare a las mujeres u ofrezca algo e justicia a los pobres, mientras que el corrupto sistema judicial ofrece total impunidad a quienes abusan de la gente indefensa.

No se trata únicamente de los derechos de las mujeres. En los últimos ocho años de ocupación Afganistán se han convertido en el segundo estado más corrupto del mundo y en un narco-estado que produce más del noventa por cierto del opio del mundo, sustancia que acaba envenenando las venas y los pulmones de vuestra juventud para acabar con su potencial rebelde, aquí y ahora. En comparación con las lacras de la ocupación, los talibanes o Al-Qaeda, el opio y el narcotráficio representa por sí solos un peligro potencial mayor si cabe para Afganistán, pero como EE. UU. y la OTAN están relacionados con esta sucia industria se trata de un asunto que apenas recibe atención.

Las tropas ocupantes en Afganistán apoyan el tráfico de drogas, negocio que aporta entre 90 y 150 mil millones de euros en beneficios a repartir cada año entre el crimen organizado, los servicios de inteligencia y las instituciones financieras internacionales.


La pobreza es otro factor que golpea con crueldad a Afganistán. Se trata de un mal tan acentuado que las madres se ven obligadas a vender a sus criaturas a cambio de pan. Más del ochenta por ciento de la población afgana vive por debajo del umbral de la pobreza. Por si fuera poco, la imparable inflación lo complica todo aún más.


Según la organización Transparency Internacional Afganistán es el segundo país más corrupto en el mundo, como ya he dicho. Según fuentes oficiales de EE. UU. se han desembolsado más de 45 mil millones de euros en ayuda para Afganistán desde 2001. No hace falta decir que Afganistán sería ahora un paraíso con tal cantidad de dinero, pero es que toso ha ido a parar a las cuentas corrientes de los señores de la guerra y los narcotraficantes. Los miles de millones de euros que llegan al país son devorados por señores de la guerra, traficantes, oenegés nacionales y extranjeras y muchos funcionarios. Todo ello sin tener en cuenta las fortunas que se pierden pagando los elevados salarios de los cooperantes extranjeros o sus requisitos de seguridad y nivel de vida.

- Ahmed Wali Karzai, el hermano del presidente afgano y pieza clave en el floreciente comercio de opio, ha estado recibiendo pagos regulares de la CIA. Y no lo digo yo, sino que lo afirmó el diario estadounidense New York Times el 28 de octubre de 2009. El hermano de Karzai amenazó después a McClatchy, periodista que informó de los hechos.

- El ministro afgano de minas recibió un pago de más de 20 millones de euros por la concesión de la mayor mina de cobre del país a una empresa china.

- Izzatullah Wasifi, jefe anti-corrupción del gobierno afgano tiene antecedentes penales en EE. UU., donde fue detenido el 15 de julio de 1987 en el casino Caesars Palace por tráfico de heroína.

- Durante lo últimos años EE. UU. ha estado dirigiendo la economía afgana hacia la misma globalización que ha arruinado por décadas a otras naciones. El capitalismo de compadreo florece en Afganistán, donde el saqueo de los recursos y el control de la economía están en manos de un puñado de traficantes y altos cargos corruptos. Tienen sus lucrativas inversiones multimillonarias en Afganistán y Dubai y llevan una vida de lujo mientras que el resto del país apenas puede conseguir un mendrugo de pan para sus criaturas. De nuevo lo pongo en boca de los medios occidentales: el diario Washington Post relató el 22 de febrero de 2010 que Kabul Bank, el principal banco privado de Afganistán, esta gestionado conjuntamente por la familia Karzai, la familia Fahim (a la que pertenece el mariscal Fahim, el segundo del gobierno) y algunos otros señores de la guerra, que desvían miles de millones de euros en metálico hacia Dubai, donde poseen numerosas propiedades en los lugares más selectos y ostentosos.

La libertad de expresión debe ser parte integral de la democracia, pero en Afganistán es atropellada sin cesar. Hay una docena de canales de televisión, centenares de emisoras de radio, revistas y diarios por todo el país, pero todo está controlado por los partidos religiosos y fundamentalistas. Cada uno de esos partidos tiene su particular patrón extranjero y sus brutales líderes y demás tienen cada uno de ellos su propio canal de televisión.

Ahora mismo, nuestra nación se enfrenta a tres enemigos que le atacan por todos los frentes: por un lado los fundamentalistas del gobierno de Karzai, por otro los talibanes y por último, la OTAN y EE. UU.

- Por el momento el primer paso para acabar con el desastre actual debe ser la retirada inmediata de todas las tropas extranjeras, lo que significaría la desaparición de un enemigo poderoso. De nuevo incluyo aquí a las tropas españolas.

- Además Irán, Pakistán y Arabia Saudí deben sacar sus manos de los asuntos internos de nuestro país y dejar de hacer lo que han venido haciendo durante los últimos treinta años, apoyando a sus marionetas fundamentalistas y terroristas.

- Una de las iniciativas más urgentes debe ser llevar a los responsables de guerra de las últimas tres décadas ante un tribunal internacional que los castigue por sus atrocidades. Esto es muy importante porque la mayoría de los altos cargos del gobierno son antiguos comandantes y líderes de la Alianza del Norte y los talibanes.

Junto a los puntos ya mencionados, naturalmente es vital dar todo el apoyo a los movimientos de base e individuos en Afganistán.

Existe una alta probabilidad de victoria talibán sobre el actual gobierno en caso de una retirada de las tropas ocupantes. No debe olvidarse que en este caso la tercera fuerza serían los movimientos democráticos del país. Si EE. UU. y otros países dejan de prestar ayuda a los fundamentalistas, las fuerzas democráticas junto con el pueblo seremos capaces de derrotar a esos sucios delincuentes y decidir cuál debe ser el futuro de nuestra tierra. No hay duda de que se trata de un duro combate que no podrá ser ganado en un futuro próximo. Pero como sabemos bien que la democracia llega como una conquista y no puede ser regalada por otros, nuestro pueblo está en condiciones de pagar ese precio para salir de la actual situación infernal del país.

Por todo ello la gente como la que hoy está aquí, que amáis la paz y odiáis la guerra, debéis elevar vuestras voces contra vuestro gobierno y no permitir que se siga derramando más sangre joven en el altar de las putrefactas políticas de EE. UU. y sus aliados.

Cerca de un centenar de soldados del ejército español han perdido sus vidas en Afganistán. Es doloroso que todos ellos sean víctimas de las políticas agresivas de los gobiernos, ya que fueron mandados a Afganistán para salvaguardar la embestida estadounidense y su juego de poder, no a proteger al pueblo afgano ni a sus intereses.

Para acabar mis palabras en este acto, ruego a toas vosotras y todos vosotros, que amáis la libertad y la paz, que apoyéis a las voces de las fuerzas democráticas de Afganistán para pone de una vez por todas punto y final a la tragedia.

Mientras perdure la ocupación y el gobierno de los fundamentalistas, sólo veremos más guerras, más terror y más violencia. Si la gente y los movimientos democráticos unimos nuestras manos, las mujeres afganas y el pueblo afgano allanarán el camino hacia una nación democrática, próspera y en paz.


viernes, 14 de mayo de 2010



No quiero más gente que hable tanto
Y hay q empezar ayudarnos mas
Porque si seguimos cantando, pero jamás hacemos algo
Después no le echemos la culpa a los demás.
                                      Wichis del Chaco argentino

Muchas veces seguramente hemos visto las peliculas yanquis que muestran el exterminio de sus indios (pieles rojas, siouxs, apaches, etc) y expresamos "que hijos de puta como los acababan", sin embargo aca a los nuestros los acabamos con el abandono a los que los somete la clase gobernante, que unicamente se acuerda de ellos cuando falta poco para las elecciones y tiene que ir a buscar los votos y a los cuales inclusive se les va día a día arrasando y despojando el territorio donde viven desde hace cientos de años.


Seguramente hay gente que piensan a ellos les gusta vivir asi, estan acostumbrados, siempre vivieron de ese modo pero esto no es así, la civilización no existe para esta gente, porque al Estado al que todos contribuimos con nuestros impuestos, no les interesan porque no les producen ningun rédito político a la vez que no les generan inconvenientes, no tienen ninguna representatividad y obviamente menos reclaman, menos le dan.
Desolación, pobreza y abandono son algunas de las imágenes que impactan durante el recorrido por las comunidades aborígenes de la seca, pulverulenta y espinosa zona de El Impenetrable.

 

Por Leda Giannuzzi (*)
Desde Roque Sáenz Peña, Argentina 09/04/2009


Los Wichí (o también wichi) es la comunidad aborigen que vive en El Impenetrable, zona que lleva ese nombre debido al espinoso monte -con árboles imponentes como el quebracho- , así como por la carencia de agua que dificultaba el ingreso del blanco. En la actualidad, la zona ha sido arrasada para sacar su madera y los wichis sobreviven al avasallamiento cultural de una sociedad que los rechaza y desprecia luego de apropiarse de sus tierras.

Cerca 40 mil argentinos son wichis. Constituyen la segunda comunidad indígena más importante del chaco salteño, en el nordeste del país, de acuerdo a datos de la Red Agroforestal Chaco-Argentina (REDAF), organización civil sin fines de lucro que trabaja junto a comunidades indígenas y campesinos en la defensa de los recursos naturales.
Los wichis son la única y última cultura recolectora-cazadora que en Argentina se dedican a la cría de animales pequeños (cabras, cerdos), la caza, la pesca y la recolección de frutos del monte. El monte es la vida, allí viven, comen, crían sus hijos y mueren. Es difícil la vida de un wichi sin el monte. Los wichis son pacíficos, no violentos, no gritan, son tímidos. Se mueven en bicicleta o caminan mucho. Andan en animales pequeños como el burro.

Tienen su propia lengua que los anglicanos pasaron a la forma escrita. La comunidad realiza el culto en su lengua, existe la Biblia en wichi. El culto Wichí es un sincretismo: con apariencia católica expresan sus formas religiosas tradicionales.

 

La constitución familiar es la familia extensa, es decir: abuelos, hijos y yernos. Cuando el grupo es grande se separan en pequeños grupos; son monogámicos.
La presencia del blanco en la zona con sus pautas culturales, ha impuesto a las mujeres a no andar desnudas, por eso, hoy se visten con camisa de mangas larga y pañuelos.

La estructura tradicional de la comunidad se ha modificado, no existe el cacique, existen dirigentes que son presidentes de asociaciones y movimientos en defensa de la cultura aborigen como ser el “Movimiento por la Dignidad, Justicia y Paz”.
Colonia Nueva Pompeya es un pueblo ubicado a 300 kilómetros de Resistencia, capital del Chaco, allí, en el paraje Atento vive Eusebio Núñez, un hombre que sus 59 años marcaron más huellas que las debidas.

Eusebio recuerda que al llegar al lugar, no había nada, sólo la escuela y la iglesia. Habla del pasado, de su padre (miembro de la iglesia franciscana) y del cacique Francisco Supaz, un reconocido maestro wichi de la zona. Recuerda a sus antepasados como los que sobrevivieron “la Pompeya”.

Cuenta como a su abuelo los criollos ataron sus manos y piernas con lazos y lo tuvieron detenido dos semanas, sólo por ser wichi. Eusebio se pregunta porqué el gobierno no manda trabajo o algún representante para hablar con ellos.

Acostumbrado a su tragedia cotidiana, describe la costumbre de no tener nada y aguantar. Como sus ancestros, su vida consiste en resistir a su implacable destino.

Eusebio muestra orgulloso su amarillento documento que tiene desde el año 1969 y dice: “soy argentino nativo, tengo documento”.

Eusebio y su familia (su mujer, hijos y nietos) crían algunos animales como chanchos y gallinas, también acostumbran a cazar (marisquear) iguanas, quirquinchos, chanchos del monte y a sembrar maíz y zapallo.
Como la mayoría de las familias del lugar, la vida los castiga con un hijo muerto, en este caso por diarrea. Comenta que bebían agua de la laguna cercana o agua de lluvia que juntaban en recipientes. Describe los problemas con el agua, la sequía infinita, y sabiamente lo resumen en una frase: “vivimos sufriendo el agua”. Desafiando el luto, con la aceptación de todo lo que sucede, saben que lo torcido y lo derecho terminan por enfilar en un solo rumbo.



Ya casi al final de la charla se acerca su mujer, Albertina Polo, con la cual se conocen desde hace 30 años. Tímidamente ofrece artesanías que realizan las mujeres de la familia con el “yaguar”, planta de la zona con la que tejen bolsos, adornos, cortinas.



Una especie de desolación invade la escena desde el fondo, que se insinúa en torno a Eusebio y su familia que están allí reclamando sin decir nada, justicia y dignidad.
Elena Calerno y su familia viven en Pozo del Toba, en una casa construida por los Hermanos Maristas en 1969 en una propiedad comunitaria cercana a Nueva Pompeya. Sus 59 años marcaron con rigor el paso del tiempo. Tiene nueve hijos y muchos nietos. Ahora toman agua de lluvia que mantienen en el aljibe remplazando el agua del charco cercano que tantos problemas les trajo. Ella realiza artesanías tejidas con yaguar y cuenta que viajó a Entre Ríos a venderlas y logró volver con sesenta pesos. “Nos hacen falta alimentos”, nos dice, mientras apuesta a una respuesta diferente al silencio y a las ausencias dadas por políticos y dirigentes.

En el paraje Palo Flojar la desolación es aún mayor, empezando por lo difícil del camino que lo une a Nueva Pompeya, ubicada a diez kilómetros. Para llegar al paraje se debe atravesar un camino de picadas que no permite la llegada de autos comunes. Hay cerca de cinco casas en la que viven tres familias por casa. Todos hablan wichi y sólo pocos español, todos están descalzos.
Misec González tiene 70 años, es alto y arrugado, fuma cigarrillos inventados en papel de diario, tiene diez hijos y vive de la caza en el monte. Debido a lo inaccesible del camino el médico tardó más de la cuenta cuando se lo necesitaba con urgencia luego que una víbora picara a uno de ellos.



Los niños no van a la escuela debido a la lejanía y dificultad del camino. Nos comentan que cada tanto vienen a desinfectar las casas de adobe para combatir la presencia de vinchucas, no lográndose el intento debido a que dos personas del paraje tienen la enfermedad de Chagas. También tienen un aljibe construido en el año 2006 por el gobierno donde almacenan agua de lluvia.



Entre troncos, catres, ropa gastada, perros, impresiona el calendario que han dibujado en los troncos que sostienen el techo de barro de una de las casas. Los contrastes también están presentes en este paraje, donde emergen paneles solares en algunas de las casas que pueden pagar 20 pesos por mes durante tres años, más los 50 pesos de instalación. Más que nunca las imágenes muestran que todas sus opciones están cerradas, mientras esperan una oportunidad a través de los años.



Sauzalito es otro pueblo remoto de El Impenetrable, a 500 kilómetros de Resistencia. El barrio Puerta del Sol surgió del feroz desmonte avasallante. En viviendas primitivas hechas con palos, “nylones” y camas deshechas, transcurre la vida de tres familias (18 personas y 15 niños), que soportan inclemencias climáticas y los olvidos políticos.

Aniceto Segundo se lamenta de su enfermedad en la columna que le impide trabajar y espera una casita de cuatro por tres metros del plan “Vivir Mejor”, que por sorteo, pueda torcer su trágico destino. Cuenta que no reciben beneficios sociales, ni alimentos de ningún tipo y que las ayudas llegan sólo al centro del pueblo. Los chicos comen en la escuela y ellos, frutos y animales del monte.



Allí también vive Calisto García y su familia. Uno de sus siete hijos, Carlos, es discapacitado, tiene siete años y transita dificultosamente por la vida en una deteriorada silla de ruedas con una rara enfermedad llamada “huesos cristal”, que se potencia ante la falta de calcio y leche. Las ausencias se sienten cuando la ambulancia no llega a buscarlo para llevarlo al hospital. Un extraño engrudo fermentado espera ser cocinado en un fuego que parece no apagarse nunca, mientras esperan el agua que la trae cada tanto el municipio para llenar un aljibe que la sequía y el calor de febrero evaporaran más de la cuenta.



Muy cercano a ellos vive Dionisio Polo y su mujer. Ella parece mirar un universo redimido mientras mantiene con esfuerzo su mano caída. Las vinchucas, dice Dionisio, salen en cantidades por las noches. Ellos tienen Chagas y para completar el ciclo de la muerte, los médicos del hospital no los atienden como es debido. “No hay trabajo”, dice, “pero sí demasiadas mentiras”. Allí, donde los dedos se enciman y los caminos de la tierra están bloqueados, no parece nada fácil estar vivo.

Joaquina vive a la vuelta de Dionisio. Son diez los que viven en la casa, juntan el agua de lluvia en el aljibe y algo más que alguna vez trae el municipio. Modesta es su madre, tiene 74 difíciles años y serios problemas en la vista que los médicos parecen no resolver. La casa es de adobe y las goteras se sienten los días de lluvia, así como las vinchucas en la noche. Nunca vienen a desinfectar la vivienda, pero “sí nos hacen firmar papeles”, dice Joaquina.

Plantan algo de zapallo, maíz, sandía que no alcanza cubrir la alimentación diaria. No hay semillas, sólo le dan muy pocas al año. No hay luz eléctrica en la zona y las víboras coral son una amenaza constante que intentan ahuyentar quemando palo santo. Antes les daban alimentos en los bolsones de comida que reparten en el centro, actualmente no reciben nada porque los encargados de distribuirlos parecen estar muy ocupados.

Joaquina conoce el engaño mil veces aceptado: los llamados planes “Vivir Mejor” les tocan siempre a los criollos. Acostumbrada, cuenta como uno de sus hijos, de un año y medio, se ahogó en el pozo de agua en un descuido suyo. En este Impenetrable profundo, el instante es decisivo y la muerte, sin aplazar su tarea, pasa con más frecuencia que la debida.

Sin embargo, no todo está perdido. Recientemente, el silencio y la domesticación que ha sojuzgado a la comunidad wichi durante siglos se ha visto dramáticamente modificado mediante un reclamo esbozado en un petitorio que es algo más que una declaración de principios. En el petitorio se solicitaba el retiro de médicos del hospital de Nueva Pompeya y del juez de paz, debido a los maltratos, humillaciones y desprecios ejercidos por estos hacia los integrantes de la comunidad wichi.

La ruta se vio afectada durante siete días por un corte realizado por los wichis que dijeron basta a las humillaciones e injusticias. La respuesta del gobierno fue enviar bolsones con alimentos y dar licencia a los médicos del hospital que olvidaron su juramento hipocrático y así calmar los ánimos de una comunidad avasallada.

Actualmente se están distribuyendo los bolsones de alimentos mediante un listado de familias que es controlada por los integrantes de la comunidad. El petitorio clama por la igualdad, por el derecho a la salud, a los medicamentos, a la educación, al agua potable, entre otras cosas.

Una especie de triunfo de la comunidad wichi irrumpe en este mundo equivocado, que demanda una respuesta a través de sus ojos que miran ávidamente dispuestos a todo.

Pero, ¿podrán solo sus manos darle a esta historia un final diferente?

(*) La autora de esta nota es Dra. en Química, integrante de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la UNLP.