martes, 22 de febrero de 2011


Libia: Gadafi se aferra y la represión deja más de 500 muertos.

La represión contra las manifestaciones en Libia habría ocasionado ya más de 500 muertes, de las cuáles al menos 250 se habían producido tan sólo ayer, cuando cazas de guerra habrían disparado contra la multitud. Estos hechos han motivado el aislamiento internacional del régimen de Muamar Gadafi -con 42 años en el poder- y la renuncia de ministros y personalidades del gobierno libio, así como la deserción de un número indeterminado de militares que rechazaron la represión. La ola de revoluciones democráticas en el mundo árabe, que se inició en Túnez y Egipto, alcanza así a la vecina Libia, donde se han producido hasta el momento los hechos más graves de violencia.

Hace pocas horas, Gadafi se ha dirigido a la nación libia en un mensaje televisado, en el que lejos de retroceder ha asegurado que se mantendrá firme al mando del país y que los manifestantes son “ratas” pagadas por intereses extranjeros. “Saquen a esas ratas de las calles. Si tenemos que usar la fuerza, la usaremos”, aseguró Gadafi.

Sin embargo, no todos los militares están dispuestos a “usar la fuerza” como Gadafi lo desea. A la media noche, un grupo de militares libios se alineó con los manifestantes a través de un comunicado en el que llamaba a los soldados a detener la represión y a “unirse al pueblo” para derrocar a Gadafi. Horas antes, dos cazas libaneses cruzaron la frontera y solicitaron asilo en Malta. Poco antes, Al Jazeera había difundido crudas imágenes de cadáveres y heridos [algunas de ellas pueden verse aquí], rompiendo así el cerco mediático impuesto por el régimen, que rechaza las acusaciones como “rumores” vertidos por los “perros” de occidente. De acuerdo a la Coalición Internacional contra los Criminales de Guerra, serían ya 519 víctimas mortales, 3980 heridos y 1500 desaparecidos tras el inicio de las protestas hace siete días. [Un seguimiento muy completo a estas últimas informaciones puede encontrarse en la web Kaos en la Red]. Según testigos, buena parte de la represión está en manos de “mercenarios” traídos por Gadafi de otras partes de África, que ni siquiera hablan el idioma libio y que disparan a la población sin mayores consideraciones. Y es que, aparentemente, las protestas y la represión han debilitado en extremo al régimen, alejando a importantes aliados internos. En las últimas horas han renunciado una serie de funcionarios, entre ellos el ministro de Justicia, Mustafá Abdul Jalil; el vocero libio ante la Liga Árabe, Abdel Moneim al-Honi; el delegado libio ante las Naciones Unidas, Dabbashi; entre otros.

Gadafi, quien accedió al poder a los 27 años tras dar un golpe de Estado en 1969 contra el entonces rey Idris, es recordado como un “revolucionario” que durante décadas fue un duro crítico a EEUU, llegando a financiar movimientos guerrilleros en diversos países del mundo y a recibir bombardeos norteamericanos en los años 80. Gadafi también lideró el movimiento de los “no alineados” durante los años 70. Sin embargo, a inicios de la década del 2000 realizó una serie de gestos de “acercamiento” a Occidente, logrando ser aceptado por la “comunidad internacional”, que tan pronto como perdonó su antigua política internacional olvidó su autoritarismo y las violaciones a los derechos humanos. Tras los atentados del 11-S y el lanzamiento de la llamada “guerra contra el terrorismo”, Gadafi se convirtió incluso en un cercano aliado de EEUU en la región. En los últimos años, Gadafi visitó y recibió numerosas veces a jefes de Estado europeos, incluyendo a los españoles Aznar y Zapatero y al inglés Tony Blair, con quienes coordinó importantes negocios en infraestructura e hidrocarburos. [Mayor información puede encontrarse en el texto “La oscura redención de Libia”, de Juan Carlos Galindo]. Al mismo tiempo, el libio estableció una estrecha relación con el venezolano Hugo Chávez, quien hace dos años lo comparó con el propio libertador Simón Bolívar.

Gadafi, que gobierna desde hace cuatro décadas, se convierte ahora en el tercer gobernante árabe puesto en jaque por protestas populares en lo que va del presente mes. Tras la represión y el aislamiento interno y externo, probablemente su caída definitiva sea sólo cuestión de tiempo: las preguntas que se abren son qué costo tendrá la crisis libia en términos de derechos humanos, y qué perspectivas se abren para la transición, sin liderazgos alternativos claros y de consenso. La misma pregunta debe hacerse para los casos de Túnez y Egipto, donde la transición está ocurriendo en estos momentos, así como para Argelia, Baherin, Jordania, Siria e inclusive Irán, donde también arrecian las protestas. ¿Podrá abrirse un espacio para una mayor participación popular y para la plena vigencia de los derechos humanos, o se tratará simplemente de transiciones de liderazgos dentro del mismo esquema de “gobernabilidad” autoritaria? ¿Se realizarán reformas constitucionales o asambleas constituyentes para realizar transformaciones de fondo? ¿La crisis servirá para abrirle las puertas a los sectores religiosos más fundamentalistas -como muchos temen en Occidente? ¿Qué rol jugará EEUU, potencia que está perdiendo a sus principales aliados en la zona y que tiene no sólo jugosos intereses petroleros y estratégicos, sino además una enorme y activa presencia militar en la región árabe?

sábado, 12 de febrero de 2011

NO PUEDO REGRESAR,OBLIGADO A SER UN HUMANO MÁS.
PARTE DE ESTO,PARTE DE TODO, PERTENECIENDOTE.

viernes, 11 de febrero de 2011

RENUNCIÓ MUBARAK  Y TERMINA UNA ERA EN EGIPTO

El presidente egipcio Hosni Mubarak dimitió y entregó el poder al ejército el viernes, al término de 18 días de una rebelión popular, provocando una inmediata explosión de júbilo en la calles de El Cairo y reacciones de satisfacción de la comunidad internacional.

"Habida cuenta de las difíciles condiciones que atraviesa el país, el presidente Mohamed Hosni Mubarak decidió abandonar el puesto de presidente de la República y encargó al consejo supremo de las Fuerzas Armadas administrar los asuntos del país", anunció el vicepresidente Omar Suleimán en una breve intervención televisada.

"¡El pueblo ha hecho caer al régimen!", gritaba una multitud en la emblemática plaza Tahrir (de la Liberación) convertida en símbolo del movimiento de protesta iniciado el 25 de enero contra Mubarak, de 82 años, que llevaba tres décadas en el poder.

Gritos de júbilo y estruendos de bocinas celebraron la noticia en El Cairo, donde cientos de miles de manifestantes participaban en una multitudinaria protesta, bautizada Viernes de la Cólera, que reunió a más de un millón de personas en todo el país.

"Felicitaciones Egipto, el criminal se fue del palacio", afirmó en Twitter Wael Ghonim, uno de los jóvenes blogueros egipcios que iniciaron esta revolución, convertido en héroe tras pasar doce días detenido por los temibles servicios de seguridad del Estado.

Los Hermanos Musulmanes, el más articulado de los grupos opositores egipcios, que se sumó tardíamente a las protestas, felicitaron al pueblo y al ejército egipcios.

Mubarak, que el jueves había delegado sus poderes al vicepresidente, había partido con toda su familia a Sharm el Sheij, ciudad balnearia a orillas del mar Rojo, antes de que se anunciase su dimisión.

La jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, reaccionó inmediatamente en Bruselas, considerando que la dimisión de Mubarak abre la vía a "reformas más rápidas y profundas" en mayor país del mundo árabe.

La jefa del gobierno alemán, Angela Merkel, llamó por su lado a las nuevas autoridades egipcias a respetar el tratado de paz con Israel.

Egipto, el más poblado de los países árabes (80 millones de habitantes) es también uno de los dos únicos (el otro es Jordania) en reconocer plenamente al Estado hebreo.

La Casa Blanca anunció que el presidente de Estados Unidos Barack Obama se pronunciaría en breve y la Bolsa de Nueva York pasó súbitamente al alza tras la renuncia del líder egipcio, borrando las pérdidas registradas en la apertura.

Una explosión de júbilo recorrió también las calles de la capital de Túnez, cuya rebelión popular inspiró a la egipcia.

El movimiento islamista palestino Hamas saludó el "inicio de la victoria de la revolución" egipcia, mientras un dirigente israelí deseó una "transición a la democracia sin sobresaltos".

Las autoridades de la República Islámica de Irán calificaron la caída de Mubarak de "gran victoria" de los egipcios.

El ejército egipcio se había comprometido por la mañana, antes de la renuncia de Mubarak, a garantizar la organización de "elecciones libres y transparentes según las enmiendas constitucionales decididas".

En el décimo octavo día de protestas, unas 200.000 personas volvieron a abarrotar la emblemática plaza Tahrir (de la Liberación), convertida en epicentro del movimiento y campamento improvisado de miles de egipcios determinado que vencieron en su empeño de hacer caer el régimen.

Las protestas desbordaron de este lugar para propagarse a numerosos puntos de la capital: la sede del Parlamento, el Palacio Presidencial, los locales de la radio-televisión pública. Entre 400.00 a 500.000 manifestantes se congregaron también en Alejandría (norte), segunda ciudad del país.

Un manifestante murió el viernes en un tiroteo entre manifestantes antigubernamentales y la policía en la localidad de Al Arish, en el Sinaí. Fue probablemente el último de las cerca de 300 víctimas mortales registradas desde el inicio de las protestas, según un balance de Naciones Unidas.

"¡Vete, vete!", había coreado la plaza durante la oración musulmana de mediodía, celebrada ante un predicador musulmán que no pudo contener las lágrimas.

Según testigos, algunos soldados habían abandonado sus armas y uniformes para unirse a las manifestaciones.



miércoles, 2 de febrero de 2011


No es una revolución antiestadounidense; es una revolución contra un régimen apoyado por EE.UU. Un gobierno post Mubarak legítimo y soberano posiblemente ya no podrá ser un títere de Washington, con todas las implicaciones regionales que esto significa. Y eso va mucho más allá de la HM. Tiene que ver con el corazón milenario del mundo árabe que posiblemente está al borde de un drástico cambio radical.

Pepe Escobar